quemar los días
El Guadalquivir huele a podrido
Desde Bonanza a la Torre del Oro, el río marca la geografía del narco sevillano
MI amigo P. me invitó a dar una charla en el instituto de Sanlúcar de Barrameda en el que trabaja como profesor. Gracias a él supe dos cosas que desconocía: en primer lugar, que la manzanilla es una bebida alcoholizada, esto es, a la que ... se le añade alcohol con el fin de mantener el velo de flor durante todo el proceso de envejecimiento; en segundo lugar, que Sanlúcar es uno de los municipios más pobres de España. Cuesta creerlo cuando uno se da un garbeo por Bajo de Guía y contempla el paisanaje. Pero la clave de todo la tiene la economía sumergida. Más concretamente, la economía sumergida de la droga. Todo el mundo sabe identificar al narco en el municipio, gran sostenedor de negocios y principal empleador del pueblo. Muy especialmente, de los más jóvenes. El absentismo en su instituto tiene una razón clara: el que va al colegio es considerado un pringao. Es mucho más sencillo ganar dinero con el menudeo, no hacen falta estudios: con menos de veinte años, ya te puedes permitir un BMW, y encima, tuneado.
Desde mi azotea en Palomares del Río, donde viví hasta hace no mucho, presencié hará cuatro años una redada descomunal que no desmerecía en nada a las que se ven en las películas americanas de la DEA y los cárteles de la droga. Entraron en varias casas y llenaron un autobús con detenidos, pertenecientes a tres o cuatro familias del pueblo. En las redes sociales, más que sorpresa, muchos vecinos transmitían su indignación. ¿Cómo pueden venir así, de esa forma? Pobrecillos, solo se ganan la vida. La droga permea de tal modo a muchas zonas de este y muchos otros municipios, que han llegado a normalizarlo hasta minimizar su condición de práctica delictiva.
El río Guadalquivir es la pasarela. La serpiente de agua que discurre con el trasiego de la droga a contracorriente del río, como subían en otros tiempos los barcos cargados con especias de las Indias: de Bonanza hasta la Torre del Oro, pasando por Isla Mayor y su Isla Mínima, La Puebla, Coria del Río, Gelves, San Juan de Aznalfarache. Es la geografía del narco sevillano, que riega las márgenes de riqueza sumergida, una riqueza que alimenta las bocas de muchas familias y silencia la de muchas otras, normalizando la venta de drogas como forma de subsistencia y, en muchos casos, como símbolo de ostentación: para qué ser decente, si puedo ser rico. Una enfermedad estructural que no encuentra oposición, por más redadas policiales que haya, porque el dinero, cuando es abundante, puede más que cualquier justicia. Difícil así educar a tus hijos en la cultura del esfuerzo, complicado hablarles de educación ciudadana, de ética, de los valores con los que se construye una sociedad saludable. Mientras el narco subsista, el Guadalquivir seguirá apestando a podrido.
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